28 de octubre de 1971
Buenos Aires, Cárcel de Villa Devoto
Querida Compañera
Hace poco tiempo supe que usted traía semanalmente el paquete de solidaridad al Penal, enviado por la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.
Supe también que el 16 de Octubre, durante el acto celebrado en la ciudad de La Plata, conversó con mi abogado, expresándole su inquietud por no poder continuar con tal misión, dado el arbitrario dispositivo carcelario que lo prohibió limitando a que se hiciera por encomienda.
Mi abogado me habló muy halagado de su forma de ser. De su entusiasmo y de su optimismo. De su gran ideal y su compromiso solidario con todos los perseguidos. De la gran simpatía que despertaba por todas esas hermosas cualidades humanas.
Yo no la conozco personalmente o al menos no la ubico físicamente. Pero más allá de este detalle conozco lo que usted es, lo que significa y simboliza: una mujer, una compañera que siente permanentemente preocupación y dedica muchas de sus horas a la solidaridad con los presos políticos y sociales. Es decir, una auténtica expresión de la conciencia de la clase trabajadora y del Pueblo, que en su lucha también se manifiesta en toda esta elevada obra, que puede aparecer corno silenciosa o anónima, pero que tiene el supremo valor de transmitir cálidos sentimientos de compañerismo, de amistad y de asistencia material a tantos seres que padecen c por sus ideas o militancia popular.
Ayer me enteré por distintas vías que la Policía allanó su hogar, secuestró libros y revistas y la llevó detenida.
No sé si estará aún en esa condición o habrá recuperado su libertad. Sea como fuere, quiero hacerle llegar toda mi solidaridad y mi afecto, a la vez que proclamar toda la indignación que siento y el total repudio que me provoca el procedimiento y el atropello de que ha sido objeto.
No ha existido para usted la más mínima consideración humana. No sé que libros o que revistas son. Por su conducta estoy seguro que sus libros y sus revistas, no son de historias de crímenes ni de pornografía. A esos no los secuestran. Los venden con grandes avisos en la mayoría de los kioscos de casi todas las esquinas.
Sus libros y sus revistas han de expresar el cuestionamiento a esta sociedad caduca, han de trazar la posibilidad de una nueva sociedad aquí en Argentina, en América Latina, en el mundo entero. Han de hablar de la liberación de la fraternidad entre los hombres, de la erradicación de todos los graves problemas que afectan a la infancia, de la desocupación, de la carencia de asistencia médica, del ataque a las libertades públicas, de la escuela y de la universidad deformada y limitada, de míseros salarios, de los sin techo, sin agua y sin luz, de los jubilados y pensionados, de los perseguidos, los presos, los torturados y asesinados. De aquí y de todos los lugares donde el imperialismo de los monopolios y de las metrópolis pode rosas succionan el esfuerzo de los pueblos. Por eso han secuestrado sus libros y sus revistas. Por eso han detenido a usted.
Tengamos o no tengamos una misma ideología. Pensemos o no pensemos igual en materia política. La cuestión fundamental está en el enfrentamiento a un sistema de opresión que divide violentamente a la sociedad en réprobos y elegidos. Y que para peor, hace de los explotadores los elegidos y de los explotados los réprobos.
Yo quisiera que usted estuviera en libertad. Pero si no es así, sé también que afrontará con absoluta dignidad esta incalificable violación de sus derechos.
Sabemos que el régimen pretende convertirnos en espectros tras las rejas. Busca disociarnos desintegrarnos con el encierro y el aislamiento. Quiere liquidar nuestras convicciones y nuestra fe en el ser humano, mostrándonos su insensibilidad, cuando no su crueldad francamente irracional.
Lo que no saben es que hay por lo menos dos cosas fundamentales que no pueden destruir y que en definitiva, con sus actos contribuyen a fortalecer y consolidar: la solidaridad de nuestros hermanos trabajadores y de nuestros hermanos del pueblo, y las propias convicciones e ideales revolucionarios y humanistas que cada vez arraigan más hondo en el propio ser.
Así que será inútil toda persecución. No podrán cambiar el curso de la historia hacia formas superiores de vida para el pueblo.
Nosotros los trabajadores. hombres y mujeres, jóvenes y viejos, de distinta actividad y militancia, junto a los demás sectores populares, que queremos la unidad de acción, que practicamos la unidad en la lucha, que recibimos y brindamos una solidaridad combativa, iremos logrando paso a paso esa coordinación de esfuerzos, esa identidad de objetivos, que inexorablemente nos llevarán al triunfo.
Usted, querida Compañera un elocuente ejemplo de la mujer que lucha y se sacrifica por ese ideal común. Le pido que me sienta junto a usted, cerca de su corazón, rindiéndole el reconocimiento de firme y abnegada luchadora.
Con toda mi admiración y afecto.
AGUSTIN J. TOSCO