17 de Octubre de 1969

ELECTRUM N° 239

                 

REFLEXIONES BREVES — INJUSTICIA Y VIOLENCIA

 

Hace más de un año, en Septiembre de 1968, fueron aprobados los documentos finales de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrado en la ciudad de Medellín, Colombia.

Estos documentos no han sido divulgados con amplitud por las autoridades “occidentales y cristianas”, ni por sectores preconciliares de la propia Iglesia, ya que trascienden el ámbito netamente confesional, e incursionan con el compromiso de las Encíclicas Progresistas en la situación económica, social y política de los pueblos y de las naciones latinoamericanas.

Los Documentos no han hecho una excepción de Argentina y nosotros creemos además, que nuestro país está encuadrado rigurosamente en varios de los enfoques que se realizan.

Citaremos progresivamente para ello, cuatro partes de esos documentos, contenidos en el Capítulo “Promoción Humana”, correspondiente a los apartados “Paz y Justicia”.

Dice así:

Quizá no se ha dicho suficientemente que los esfuerzos llevados a cabo no han sido capaces, en general, de asegurar el respeto y la realización de la justicia en todos los sectores de las respectivas comunidades nacionales. Las familias no encuentran muchas veces posibilidades concretas de educación para sus hijos. La juventud reclama su derecho a ingresar a la Universidad o centros superiores de perfeccionamiento intelectual o técnico-profesional. La mujer, su igualdad de derecho y de hecho con el hombre; los campesinos, mejores condiciones de vida, o si son productores, mejores precios y seguridad en la comercialización. La creciente clase media se siente afectada por la falta de expectativa. Se ha iniciado un éxodo de profesionales y técnicos a países más desarrollados. Los pequeños artesanos e industriales son presionados por intereses mayores y no pocos grandes industriales de Latinoamérica van pasando progresivamente a depender de empresas mundiales. No podemos ignorar el fenómeno de esta casi universal frustración de legítimas aspiraciones que crea el clima de angustia colectiva que ya estamos viviendo.”

“1.2.4. Formas de opresión de grupos y sectores dominantes.

“Sin excluir una eventual voluntad de opresión, se observa más frecuentemente una insensibilidad lamentable de los sectores más favorecidos frente a la miseria de los sectores marginados. De ahí las palabras del Papa a los dirigentes: ‘Que vuestro oído y vuestro corazón sean sensibles a las voces de quienes piden pan, interés, justicia. . .‘ Nos es dado comprobar que estos grupos o sectores, con excepción de algunas minorías, califiquen de acción subversiva todo intento de cambiar un sistema social que favorece la permanencia de sus privilegios.”

“Poder ejercido injustamente por ciertos sectores dominantes como una consecuencia normal de las actividades mencionadas, algunos, miembros de los sectores dominantes recurren, a veces, al uso de la fuerza para reprimir drásticamente todo intento de reacción. Les será muy difícil encontrar aparentes justificaciones ideológicas (v .gr. anticomunismo) o prácticas (conservación del orden) para cohonestar este proceder”.

Hemos trascripto ya tres partes aprobadas por la reunión máxima representativa del Episcopado Latinoamericano. Claro que al hacerlo corremos el riesgo de ser tachados de extremistas y subversivos, como ya es común en el léxico de la Dictadura que padece Argentina hacia todos quienes manifiestan sin reservas la imperiosa necesidad de cambiar un sistema de opresión, injusticia y arbitrariedades como el que soportamos.

Sin embargo, los usurpadores del poder, gustan identificarse con principios y doctrinas que en la práctica avasallan.

Porque es cierto que en nuestro país, la miseria margina a grandes grupos humanos. En la ciudad y en el campo. La existencia de las “villas miserias” es una prueba elocuente de la explotación del hombre por el hombre. La otra cara del lujo y de la suntuosidad. La expresión más dramática de la falta de humanismo, donde la desnutrición, la enfermedad, el analfabetismo, la promiscuidad, no son cualidades específicas de sus habitantes, sino consecuencias, efectos, de la riqueza acumulada o despilfarrada por los sectores que gozan de todos los privilegios.

Porque es cierto que en nuestro país, muchas familias no encuentran posibilidades de educación para sus hijos. Así, por la falta de recursos económicos. Como por la insuficiencia de escuelas. Como por la carencia de bancos. Por lo oneroso que resulta cada vez más el precio del transporte, de los útiles y libros escolares, de la indumentaria, de las cooperadoras.

Porque es cierto que en nuestro país se traba el justo reclamo de la juventud para su capacitación técnica o cultural, por sus problemas económicos, por la imposición de aranceles cada vez mayores, por el selectivismo, el limitacionismo y la falta de perspectivas posteriores.

Porque es cierto que en nuestro país la mujer no tiene igualdad de derechos, aún en las limitaciones de los mismos que goza el hombre. Y es sabido que sobre ellas es donde recae la mayor explotación económica, tanto en las tareas rurales, como en el comercio, la industria o los servicios.

Porque es cierto que en nuestro país los campesinos están sometidos a explotación cuando trabajan, especial mente en los ingenios, actividad forestal, frutícola, cerealera, y sobreviven en la indigencia en los períodos de receso, sin perspectivas de colocar su capacidad de trabajo en otras ocupaciones.

Porque es cierto que en nuestro país la mayoría de quienes gozan de ingresos medianos no tienen otra perspectiva que el estancamiento o la proletarización, salvo el pequeño núcleo de ejecutivos cuya condición de promoción está supeditada a su identificación con políticas empresariales de contenido regresivo.

Porque es cierto que en nuestro país, la falta de desarrollo económico obliga al éxodo de especialistas, técnicos y profesionales que no encuentran ocupación para aplicar sus conocimientos.

Porque es cierto que en nuestro país, a medida que pasa el tiempo se va acentuando la absorción, el copamiento o la transferencia de las empresas nacionales, públicas y privadas, a los grandes monopolios extranjeros o su supeditación y condicionamiento a los intereses de los grandes organismos financieros internacionales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo puestos al servicio de la dominación yanqui en América Latina.

Porque es cierto que en nuestro país, todo eso origina la frustración de legítimas aspiraciones y crea un clima de angustia colectiva.

Esta frustración de legítimas aspiraciones y esa angustia colectiva, expresadas positivamente en reclamaciones nunca o mínimamente satisfechas, se canaliza en las manifestaciones, protestas, huelgas y otros medios de legítima defensa de los trabajadores, de los estudiantes y del Pueblo, que son catalogados por sus causantes básicos y primarios, los oligarcas, los explotadores, los dictadores, como actividades subversivas, comunistas, extremistas, para justificar todo tipo de represión.

Y pasamos entonces, luego de esta enumeración probatoria de lo que también sucede en nuestro país, a la cuarta cita de los Documentos finales:

“2. 1. 1. La paz es, ante todo, obra de la justicia. Supone y exige la instauración de un orden justo en el que los hombres puedan realizarse como hombres, en donde su dignidad sea respetada, sus legítimas aspiraciones satisfechas, su acceso a la verdad reconocido, su libertad personal garantizada. Un orden en el que los hombres no sean objetos, sino agentes de su propia historia. Allí, pues, donde existen injustas desigualdades entre hombres y naciones se atenta contra la paz.”

La paz en América Latina no es, por lo tanto, la simple ausencia de violencia y derramamientos de sangre. La opresión ejercida por los grupos de poder puede dar la impresión de mantener la paz y el orden, pero en realidad no es sino “el germen continuo e inevitable de rebeliones y guerras”.

La paz sólo se obtiene creando un orden nuevo que ‘comporta una justicia más perfecta entre los hombres’. En ese sentido, el desarrollo integral del hombre, el paso de condiciones menos humanas a condiciones más humanas, es el nombre nuevo de la paz”.

En consecuencia decimos que la defensa del “orden y de la paz social” en Argentina por parte de la reacción y de la dictadura no significan la búsqueda de la justicia y de la verdadera paz, sino la defensa y el ejercicio de un sistema y de un régimen de injusticia y de violencia oficial e institucionalizada, que ha ocasionado y sostiene todo tipo de males denunciados en la Conferencia Episcopal de Medellín.

                                                                                                                                UN COMPAÑERO

                                                                                                                                                            (Seudónimo de Tosco)